miércoles, 1 de septiembre de 2010

Syros





Buff! este está siendo un verano especial: cada semana parece que va a ser la última en que disfrutemos de compañía y cada semana nos escribe alguien más que se anima a venir.

En fin, que seguimos felices con las velas izadas y en buena compañía... y con poco tiempo para seguir con el relato de la travesía

Pero no nos olvidamos de este cuaderno de bitácora, así que aquí estamos de nuevo: el velero en Skiathos, nuestros recuerdos en Syros



Hemos visitado Syros tres veces a lo largo del mes de mayo.



En Ermopouli hemos conseguido amarrar todas las veces en un rinconcito que nos habían recomendado otros navegantes. Es posible situarse en el muelle en pleno centro de la ciudad pero la amplia bahía, bastante cerrada, tiene un importante tráfico de ferrys y estábamos avisados que el movimiento era bastante incómodo -vimos como los palos parecían querer enredarse entre sí- de modo que dejamos esa opción como el plan C.

También hay una marina, nueva, pero alejada del centro. Intentamos amarrar en ella pero estaba llena de pequeños barcos de pesca. Adiós al plan A.

Pero con el plan B hubo mejor suerte; hay un pequeño muelle de pescadores, justo frente al muelle en el que reparan y ponen al día barcos mercantes, en el que hay espacio para dos veleros.

Hay agua y electricidad en el mismo muelle (se compra una "llave" por 1'80 € que te permite cargar 300 litros de agua y no sabría deciros cuántas horas de conexión al 220v, no muchas, pero algo) y está frente a una parada de bus, un par de buenos supermercados y no lejos del centro.

Vale, el paisaje no es como para hacer muchas fotos... pero se duerme de miedo, sin música, sin movimientos, tampoco vamos a tener todos los días el paraíso por escenario del desayuno!



Recorrimos Ermopoulis, su capital -sorprendente después de vagabundear por las Cicladas tradicionales, blanco y azul- que se caracteriza por tener una población ortodoxa y cristiana bastante equilibrada y reflejo de ello son las dos iglesias (una correspondiente a cada religión) que culminan las dos colinas alrededor de las que se extiende la ciudad.




Las construcciones son de estilo más neoclásico, nos reencontramos con las bugambilias, con las callejuelas atestadas de tabernas, con la gente en las calles.



Tomamos un taxi para subir -que tenemos ya una edad y nos reservamos los paseos para cuando son cuesta abajo- y visitamos la colina que alberga la iglesia cristiana



Las callejuelas de alrededor estaban desiertas y silenciosas, como casi siempre que te alejas de las dos primeras calles que tocan el mar, y pudimos pasear soñando que vivíamos en otra época.



En el camino de regreso al puerto, con Edi y Viviana, Johan saludó a un hombre que estaba sentado en el portal de su casa -en un callejón sin salida- pintando ¡de rojo! una plancha de acero con aspecto de antigua; el hombre -Pasqualis- nos invitó a acercarnos y empezó a chapurrear en inglés con nosotros: nos contó qué hacía, qué había hecho, nos acercó unas sillas, le pidió a su mujer -Francisca, el amor de su vida- que nos hiciera un café griego.

Pasaban los minutos y entre risas y malentendidos allí estábamos todos como viejos amigos. La buena de Francisca debía estar acostumbrada a las "excentricidades" de su marido, porque nos preparó comida como si fuera lo más normal del mundo.

Comimos todos juntos y nos despedimos con una extraña sensación de que la vida podía ser maravillosa si le abrías un hueco para que la amistad y las ganas de compartir se colaran dentro. Y en ese momento, Pasqualis se levantó y fue a buscar unas cruces (de inox y de hueso de pez) que hace de forma artesana para venderlas y ganarse la vida.

Nos regaló una cruz a cada uno: no quería dinero a cambio, sólo que cuando nos la pusiéramos nos acordáramos de él y de que nos las dió por el gusto de compartir algo con nosotros, nos pidió sólo que lo recordáramos con cariño.

Pasqualis, eres de lo mejorcito que nos ha pasdo este año...

Llegamos al barco con las lágrimas corriendo por la cara y una risa flojita. La felicidad existe aunque sea sólo en instantes y compartirla es un privilegio que nosotros cuatro disfrutamos por las calles de Syros.




y seguimos camino.

Tras una navegación cómoda, a vela, con las chicas en la rueda, practicando nudos, echándonos unas risas, llegamos a Finikas.



Es un sencillo puertecito que sin embargo tiene un buen muelle que en uno de los brazos dispone de muertos. Hay agua y electricidad y un eficiente "responsable" que organiza los amarres y cobra la estancia (el precio habitual), por haber incluso hay duchas!!!; hay supermercado, tabernas y conexión con bus con la capital; es una parada habitual de los charter de semana que salen desde Lavrion y no nos extraña en absoluto, es un lugar para repetir.
También es posible fondear cómodamente en la bahía pero las dos veces que hemos estado hemos amarrado. Una de ellas abarloados a un barco que se había ido contra las rocas y estaba esperando que lo repararan... parecía estar ahí para recordarnos que no hay que confiarse nunca.



Hasta ese momento no habíamos disfrutado de aguas tan cristalinas, ni visto tantos peces alrededor del velero... ¿que el agua no estaba todavía demasiado caliente? ¡a quien le importaba!




Esa noche nos fuimos las tres chicas de copas: española, holandesa y argentina; idioma de comunicación: el inglés chapurreado! llegamos a llorar de tanto como nos reímos, hablamos de todo y de nada, nos entendimos con los gestos, con las medias palabras, con las miradas cómplices. "Usually" nos lo pasamos bien con la gente... pero esa noche fue especial. Un beso chicas!


La isla tiene un buen número más de playas. Con Izaskun tomamos un bus para llegar a alguna de ellas y así pasar un día en que el viento castigaba y no invitaba a navegar;
le pedimos al taxista que nos avisara al llegar a Posidonia pero cuando nos quisimos dar cuenta estábamos casi de regreso en Ermopoulis, en fin, que nos bajamos donde pudimos y disfrutamos sin buscarlo de un espléndido rincón, playita tranquila, bar donde refresacarnos, un buen rato para leer...



El verano estaba a las puertas y sabíamos que la tranquilidad de sentir que las islas eran casi nuestras se estaba acabando, pero hemos sabido disfrutar de ello hasta el último minuto !



1 comentario:

Anónimo dijo...

Silvia.....gracias por compartir con nosotros esos momentos tan pequeñitos y tan grandes de auténtica felicidad.....a mi también se me han saltado las lágrimas al conocer a Pasqualis....Qué bien se está cuando se está bien...qué bien disfrutar y saborear esos momentos...Que sigáis teniendo muchos de esos en vuestras travesias.

Pili