domingo, 8 de mayo de 2011

rumbo a Creta. Sitia

Y ¡por fin! Creta frente a nosotros!

Por delante unas 45 millas (o sea, que no hacía falta madrugar para llegar de día) así que planeamos salir a las 09.00h, que para nosotros no está mal.

La previsión de tiempo era regularcilla y según lo que habíamos ido viendo en los últimos tramos navegados... no muy fiable; no quedaba claro que pudiéramos ir todo el camino a vela pero sí una parte, cruzamos los dedos, soltamos amarras y partimos.

El día, soleado y agradable para navegar. El viento flojito pero la mar estaba plana así que probamos con las velas; a veces teníamos que apoyarnos en el motor pero a media mañana se estableció un viento perfecto para volver a disfrutar de un día de vela, así que cada uno nos dedicamos a lo nuestro con... sí, con sumo placer




El Alea a deslizarse sobre el gran azul



Pilar a manejar la rueda... que le gusta, le gusta



Johan a sentir el viento en la cara sin dejar de controlar la situación...


y yo a pasar páginas de mi libro...
que es que no hay nada que me guste más que leer mientras navegamos.



Nos cruzamos con un velero suizo (ya empezaban a verse otros veleros navegando) y decidimos que había salido de Sitia a donde nosotros nos dirigíamos y que por lo tanto nos habían dejado un sitio perfecto en el muelle; por ahí no había que preocuparse.

Al pasar sobre el primero de los cabos de Creta el viento giró en redondo; con los días veríamos que para navegar en Creta es muy importante tener en cuenta el efecto que provocan las altas montañas sobre el viento; en otros lugares la orografría es más regular, pero en Creta hay elevaciones muy importantes que hacen que el viento se comporte de forma especial: puedes tener calma total al abrigo de un buen pico y un viento impresionante al pasar frente al valle que forman dos montañas: nuevos lugares, nuevas experiencias. Nos gusta aprender.

Y tras unas 7'30 h. de camino la meta estaba a la vista.

Sabíamos por las guías y por amigos que ya habían navegado estas aguas, que el puerto era bastante aceptable y como no dudábamos de tener un huequito, íbamos tranquilos.


Pero al llegar, mucho sitio no había, apenas un huequito junto a la Guardia Costera; nos acercamos para preguntarle a las autoridades si nos daban permiso para ser sus vecinos y con su visto bueno tiramos el ancla. Johan puso mucho cuidado -los barcos que había a nuestro alrededor estaban sujetos por muertos- para no pillar ninguna cadena, dejó caer el ancla muy lejos -que no nos importa nada largar metros de cadena- y con la ayuda de unos pescadores en un momento estábamos amarrados al muelle ( 35º12'4N 026º06'6E, calado 5,5m)




Sitia es una ciudad de una medida medianita, lo primero que hicimos fue dirigirnos a la Guardia Costera (a las oficinas, dando toooooda la vuelta a la bahía, un poco escondida, un tanto inaccesible) que como siempre en los últimos puertos miraron con lupa los papeles y los pasaportes y nos sellaron el cuadernillo y ¡a pasear!



Ya en la primera aproximación nos llamó la atención una bonita taberna (sin mucha clientela) que estaba recomendada por cuanta guía uno se pueda imaginar y que se llamaba Zorbas.

Así que decidimos sucumbir a la tentación y nos fuimos a cenar. Al llegar no podíamos creer que el Sr. Zorbas -cómo si de la imagen de una película se tratara- estaba solito en la sala, recostado en una silla de enea, con los pies apoyados en otra silla... ¡roncando!

No sabíamos si molestarlo despertándolo o si dejarlo sin el poquito negocio que se vislumbraba para esa noche de marzo de un día laborable. Decidimos quedarnos. Tosimos flojito para llamar su atención... después tosimos un poquito más fuerte... y Zorbas despertó envuelto en mil disculpas.

Cuando se sale a cenar fuera sólo de vez en cuando la cena está mucho pero que mucho más rica: una ración de cordero a la parrilla, otra de cordero al horno, unas verduritas, una buena dosis de retsina y buena compañía.

¡sí! somos unos seres afortunados, no lo vamos a discutir!



Al día siguiente, con una previsión de viento nuevamente aceptable, nos levantamos para poner rumbo a Ag. Nikolaos. Como siempre la maniobra de levantar el ancla. Yo en el pozo de la cadena (en el camarote de proa ya que no hay acceso desde el exterior), Pilar indicando la situación de la cadena y Johan a la rueda.


Cuando quedaban unos metros para recoger
¡nnnnnnnnn! la cosa no sube

Por más esfuerzos, cálculos y especulaciones, aunque habíamos largado más de 50 m de cadena y dejado caer el ancla casi en la mitad del puerto, habíamos pescado algo

Subí a ver qué era y qué pasaba. No habíamos cogido una cadena (eso es más o menos fácil) sino una señora ancla de esas grandotas de toda la vida, que algún pescador habría soltado para hacer de muerto de su barquita...

Lo bueno: el molinete había podido con nuestra cadena (10mm) nuestro ancla (33kg) y la bestia que traíamos de regalo.

Lo malo: no parecía sencillo deshacerse del "monstruo"

Para Pilar era su primera vez (para nosotros la ni nos acordamos) de modo que estábamos "contestos" de poder enseñarle algo nuevo (ejem, ejem) y Johan con un cabito (nos hemos comprado una pieza inventada expresamente para estas situaciones, en cuanto la estrenemos -que la estrenaremos- os contamos qué tal funciona) y yo a la rueda, después de no pocos esfuerzos conseguimos liberarnos y POR FIN empezar la jornada de navegación.

Vamos, que esto de navegar, a veces, te sube la adrenalina!

Próximo puerto Agios Nikolaos

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