sábado, 7 de enero de 2012

Travesía Atlántica. Versión extensa 2


Y con este estado de ánimo tan, digamos, bajito, me terminé el libro “un paseo por el mundo” de Cocua Ripoll.



En él explica que en las travesías largas, tras los primeros días, se llega a un estado que él define como “la magia del océano”.



Justo cuando debíamos estar llegando a ese estado repentinamente bajó el viento, poco después las olas se hicieron menores y el sol empezó a lucir.



Como el libro utiliza la palabra “magia” yo me imaginé que iba a ser una sensación muy… zen, pero al menos en mi caso equivale a un estar “stand by”, con los biorritmos relentizados, viendo pasar las millas, las olas, los días, las noches, las guardias, las puestas de sol, la pesca, la cocina, el amanecer, en un estado de relajo total en el que parecen no importar demasiado las horas.





Con el viento bajito (demasiado, durante horas y horas entre 8 y 10 nudos entrando casi por la popa), la navegación se hizo más cómoda, el sol invitaba a charlar animadamente en la cubierta, o simplemente a contemplar el mar en compañía.




Fueron días en los que Johan probó a trimar las velas con todas las combinaciones posibles (trinquete, Génova, mayor, gennaker, con tangón, sin él, orejas de burro, a una banda, a la otra), finalmente le pillamos el punto al piloto de viento que llevaba el barco mucho más tranquilo que el electrónico (y sin consumo eléctrico), pude incluso hacer la colada, pescamos sin tregua y me dediqué con ganas a la cocina… días de disfrutar del dolce fare niente.







Navegar era algo muy parecido a lo que yo me había imaginado para toda la travesía… pero nuestra media de velocidad nos llevaba a hacer unas 80 millas al día y así no íbamos a llegar nunca!!!

¿tan difícil era tener unos vientos de entre 15/20 nudos, una ola de uno a dos metros, larga, solecito y unas 130 millas navegadas al día??? Pues sí, parece que si era difícil.





Probablemente habría ayudado tener alguien en tierra que pudiera consultar por nosotros la meteo indicándonos rutas alternativas con mejores vientos (otro velero con el que hemos contactado por BLU y que navegaba próximo a nosotros bajó hasta los 14º cuando nosotros estábamos en 16 y tenían más viento). O sea, un router. Durante la travesía hemos tenido acceso a la meteo a través de la BLU y cada día nos han facilitado el parte desde la Rueda de los Navegantes de Argentina, pero disponíamos del tiempo en el lugar en que nos hallábamos y –probablemente por nuestra inexperiencia- no acertamos a pedir en la Rueda una orientación sobre si era mejor variar la ruta, ni se nos ocurrió que podíamos bajar varios partes parciales (no queríamos bajar un archivo grande por miedo a bloquear el sistema). En fin, que esto es algo que se puede mejorar para la próxima pero que no nos supuso más inconveniente que tal vez alargar el viaje un par de días.





No vayáis a pensar que en la placidez de la navegación no nos pasaron cosas, porque mirando el pequeño diario que escribimos cada día hay algo





Un día, alrededor de las 10 de la noche, yo durmiendo y Johan de guardia, me despertó con un grito que transmitía mucha urgencia. Salí a la bañera corriendo, con el tejano mal puesto y apenas una camiseta de tirantes. Cuando Johan no me recibió con un “ves a vestirte mejor que te vas a resfriar” tuve claro que la cosa era seria.


Estábamos navegando con unos 12 nudos de viento cuando Johan vio a nuestras espaldas que se estaba formando una nube negra de tormenta. Ante la posibilidad que fuera un “squall” (tormenta corta acompañada de fuertes rachas de viento) recogió a todo correr el Génova, puso la mayor a la vía pero no alcanzó a tomar un rizo cuando el viento y el agua ya nos habían alcanzado. Cuando yo salí a cubierta parecía que el agua la tiraban a cubos y el viento aparente llegó a marcar 38 nudos con una velocidad de entre 8 y 9.


Tomamos un rizo a la carrera (con doble cabo y reenviado en la bañera la maniobra no nos lleva más de un par de minutos) y esperamos que pasara el chaparrón. Poco más tarde el viento volvía a ser de menos de 15 nudos y había dejado de llover.




En los últimos 4 días antes de arribar a Tobago, estas tormentas se hicieron habituales, hubo un día en que sufrimos más de 6 y esquivamos otros tantos!!.




En estos casos optamos por dejar las velas recogidas al tamaño de la tormenta (tres rizos en la mayor y la mínima Génova). Tal vez una tripulación más numerosa (o más regatera) cambiaría las velas cada vez que el viento sube y baja, pero a nosotros ya no nos venía de un día y preferíamos ir algo más lentos pero más tranquilos (que a diferencia de nuestra primera travesía yo esta vez me he puesto más nerviosa con esos subidones de viento, el mayor ha llegado a los 51 nudos de real, y Johan tampoco es de los de apurar al máximo) y ya llegaríamos.



Otro día, oíamos un ruido que no identificábamos cuando vi que el megáfono que llevamos instalado en el mástil para las señales de niebla se había soltado de su soporte –posiblemente con un golpe de la trinqueta- y era peligroso ya que podía desprenderse en cualquier momento y con mala suerte darnos en la cabeza! Así que, dicho y hecho, preparamos los cabos y los arneses y me subí al palo para bajar el dichoso megáfono. Fue divertido estar ahí arriba en mitad del océano, con suerte en un día tranquilo, pero la impresión que me dio es que la inmensidad no es más que lo que abarca tu mirada, que en aquel momento saber que había mil millas de agua en cualquier dirección no era más “grande” que si hubieran sido 20… en ambos casos, ahí arriba, eres una cosita en medio del agua, de mucha, mucha agua!





Y el top10 de nuestros momentos intensos llegó ya al final de la travesía un día en que el piloto de viento (que sigue dando problemas, la misma pieza que ya tuvimos que rehacer en Grecia se ha vuelto a dañar, definitivamente no es suficientemente fuerte para el Alea o no para un mar muy montado) dijo basta y dejó de gobernar. Llamé a Johan para que lo desembragara y pusiera el piloto automático cuando me dijo



- No es el piloto de viento, el timón no responde



Glups! Eso me sonó feo feísimo. En estas circunstancias adoptamos de manera inmediata el modo “quirófano”; Johan se transforma en un aparentemente sereno cirujano que tiene que abordar una intervención difícil y yo en una asistente de cirujano que a duras penas es capaz de disimular el pánico.



Mientras Johan miraba fijamente la rueda me dijo
- Martillo, destornillador plano y de estrella, una linterna y grasa.
Glups otra vez ¿martillo?
Fui a buscar a toda prisa el instrumental y volví a la bañera
- Martillo
Toc, toc, un par de toques suaves dados en el lugar exacto desatascaron el tornillo que sirve para frenar en una posición concreta la pala del timón y que por algún motivo estaba completamente fijado sin dejar que el timón girara
- Destornillador. –sin palabras, alzo la mirada y Johan contesta: de estrella
Desmonta el compás y de ese modo tiene acceso al mecanismo del timón.
- Linterna y llaves stanley
- Grasa
- Destornillador
- Listo!!!



Sacó el tornillo que al haber hecho un mismo movimiento durante muchos días podía estar algo atorado y lo engrasó. Con eso y el martillazo todo volvía a estar en orden… menos los latidos de mi corazón.




Ah! Claro y la otra gran desgracia de la travesía han sido los ebooks. El segundo día el de Johan salió literalmente disparado en uno de los meneos del barco y se quedó completamente inservible. Alrededor de la mitad del viaje la pantalla del mío dijo basta. Posiblemente se trate de una “muerte natural” solo en lo que llevábamos de travesía nos habíamos leído entre los dos más de 15 libros haciéndolo trabajar un número de horas para el que tal vez no estaba preparado. Sea como fuere, ha sido uno de mis mayores disgustos (el mayor?) y me ha tocado volver a la etapa de relecturas ya que todo lo que llevamos en papel está más que leído.





Y así iban pasando los días hasta que de repente el no viento volvió a tornarse en demasiado viento para de ahí pasar a viento moderado con abundantes tormentas (squalls) acompañadas de viento, que jugábamos a esquivar y a veces ganábamos y a veces… nos mojábamos!





Dejé las cocinitas para tirar mano de comida rápida porque trabajar en la cocina se convirtió otra vez en algo difícil y procuramos estar los dos en cubierta el máximo tiempo posible por si había que trabajar a la carrera con las velas; cuando llegaba el chubasco y no lo podíamos esquivar, uno de los dos se quedaba arriba para no mojarnos los dos innecesariamente.



Navegando hemos pasado el día de Navidad (una cervecita para celebrarlo y embutido del bueno que nos enviaron mis padres) y el de Nochevieja, esa noche decidimos cambiar las guardias para estar juntos cuando el reloj señalara la media noche pero el cansancio pudo más. Nos deseamos feliz año a las 19.00 UTC, medianoche en España; Johan me despertó a las 23.00 para cambiar la guardia con un “feliz año nuevo en Uruguay”, y yo pasé en mi guardia nuestra medianoche hora local; a él lo desperté a las 2 con un “feliz año nuevo en Guatemala” y así hasta que amaneció para todo el planeta el día 1 de enero, nuestro día de arribada al otro lado del charco.

Y poco a poco Tobago fue apareciendo en la pantalla del plotter como algo cercano; no íbamos a llegar de día… pero íbamos a llegar ya!




Y llegamos, llegamos a Charlotteville en Tobago alrededor de las 22.00h, noche cerrada, nublado y sin luna. Veíamos dos luces de fondeo pero el radar nos mostraba bastantes más barcos. Cansados y nerviosos buscamos donde echar el ancla. Demasiado cerca de los vecinos. Volver a probar. Bien, ya estábamos parados, el cruce había terminado.





De repente todo el cansancio y los nervios que los días anteriores parecían no existir se nos cayeron encima. No podíamos más.
Tenía que hacer la cama en nuestro camarote para ir a dormir todo lo que el cuerpo quisiera.
Durante la travesía había fantaseado bastante con qué sería lo primero que haría al llegar. Muchas veces pensé que llorar; llorar de la emoción de ver tierra, de haberlo conseguido. Y es cierto que lo primero que hice fue llorar… porque no encontraba las sábanas bajeras de la cama. Estaba claro que estábamos demasiado cansados. El nuevo mundo tendría que esperarnos hasta la mañana siguiente.




























4 comentarios:

Xavier dijo...

qué gustazo, ir leyendo las crónicas... un abrazo!!
Xavi

Xarpa dijo...

Excelente crónica. Con respecto al router no tenias mas que haberlo dicho, lo hubiera hecho encantado (a través de Iridium) Un abrazo

Carles dijo...

Menudo regalo de Reyes os y nos habeis hecho. Espero que de estas experiencias, salga algun dia un libro fantastico.

Carles / XaoXao

Nilda dijo...

Hola! no dejen de visitar Puerto Rico en su ruta del Caribe les va a encantar. Pueden encontrar de todo lo que necesiten para continuar su viaje. Que Dios los acompañe por esa larga travesia.