miércoles, 21 de octubre de 2015

Lapataia (Argentina)

Después de nuestra reinmersión en la vida de ciudad, decidimos volver a disfrutar de unos días relajados en un fondeo (es lo bueno de no tener que elegir, simplemente poder alternar) y pusimos rumbo a Lapataia.

Preguntamos en Prefectura y nos indicaron que debíamos personarnos para hacer un nuevo zarpe (otra vez largas esperas, otra vez rellenar los tres papeles idénticos) y de ahí ya poner rumbo a nuestro destino.

Desde Ushuaia los posibles fondeos al oeste de la ciudad son escasos porque estamos a sólo unas millas de la frontera chilena. Si desde aquí quisiéramos regresar a caleta Olla, a los ventisqueros, deberíamos navegar 30 millas en dirección opuesta para llegar a Puerto Williams, hacer la entrada en aguas chilenas y conseguir el permiso para navegar en esa zona.

Aun así, hay varios lugares interesantes y estábamos dispuestos a descubrirlos.

Durante nuestra estancia en el club náutico habíamos tenido tiempo para limpiar el diesel de los tanques y el motor nos lo agradeció con un ronronear maravilloso. Todo iba bien.

La travesía hasta Lapataia es de apenas unas 12 millas por lo que no tuvimos que madrugar y aun así llegamos a buena hora al destino. Fondeamos en una caleta que se llama “fin de la ruta” ya que la ruta 3 que parte de Buenos Aires termina aquí.



Hay un pequeño muelle para las excursiones de día que parten de Ushuaia y nosotros decidimos fondear solo al ancla (54°51'2S 068°34'5W). El cul de sac del fondo de la bahía es muy tentador porque parece -está- claramente más protegido, pero hay un río que desemboca justo ahí y los sedimentos han subido mucho el fondo... la sonda marca 8m y en un plisplas menos de 2m... así que nos quedamos algo más abiertos pero fenomenal.

Por los colores del agua se adivina fácil dónde empieza la zona menos profunda
El lugar es bonito y para nosotros tenía el atractivo especial de que podíamos hacer buenas caminatas (algo que hemos echado tanto de menos en el duro invierno de los canales) por buenos camios señalizados.



Lo cierto es que el lugar nos pareció menos bonito en el sentido de menos agreste, menos salvaje... pero justo eso que echábamos de menos era lo que nos permitía caminar de forma fácil que era lo que queríamos. Uno de esos caminos te lleva a la zona de castores donde este animal no autóctono ha hecho de las suyas...



No pudimos evitar que nos llamara vívamente la atención esta leyenda al frente de la castorera. ¿No pensarían algo parecido las poblaciones autóctonas de las tierras fueguinas de los primeros colonizadores que se llegaron hasta aquí?


Ciertamente este parque está muy cuidado y poco "salvaje" No se puede tener todo en esta vida!!! ya sabéis: hay que disfrutar de lo que se te ofrece en cada momento; no podíamos dejar de sentir el placer del paisaje que compartíamos con cientos de turistas que llegaban -con frío o con sol- cada día en autobuses, busetas, coches..

picnic con vistas!

y también se nos pasaron las horas y -cómo no!- admirando la exuberante abundancia de aves que hay en la zona.





Para premiar nuestra buena predisposición a pasarlo en grande, tuvimos unos días de sol impresionante y temperaturas que ya no recordábamos. Todo un placer.



El fondeo -que en las guías se describe como protegido para todos los vientos y con buen tenedero- resultó ser más ventoso de lo que esperábamos. Es cierto que el fondo es fango y el ancla estaba perfectamente cogida, pero el viento se intensificaba en el fondeo y veíamos como el canal estaba más tranquilo que nuestro refugio.


Después de tres días de calma y uno de viento, decidimos cambiar de escenario e ir a Isla Redonda donde sabíamos que nos podíamos amarrar como a mí me gusta: ancla y cabos por todos los lados :-)

Cuatro millas más tarde estábamos en un nuevo lugar. Otro rincón que explorar y descubrir.

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